Cumplir 100 años no es solo alcanzar una cifra redonda: es haber atravesado un siglo entero sosteniendo una familia, unos valores y una forma de entender la vida. A su edad continúa leyendo cada día, pasea con su hija menor Rosalina —que tiene 60 años— a diario y conserva una lucidez que impresiona. Ha vivido la guerra civil, una posguerra, cambios sociales radicales, décadas de maternidad ininterrumpida y un matrimonio largo marcado por los viajes y la entrega.
Hoy, acompañada por sus hijas Ana Victoria, médico, y Rosalina, maestra, mira atrás con serenidad y hacia adelante con esa fe que, según dice, la ha sostenido siempre. Desde su piso en la Ronda General Mitre de Barcelona nos invita a un té mientras hablamos de la maternidad, del tiempo, del envejecimiento, de la muerte y de la fe y los ángeles que, según cree, la han acompañado en los momentos más difíciles de su vida. Recuerda también que una vida plena no se mide por lo que se exhibe, sino por lo que se sostiene: vínculos, fortaleza, humor y la capacidad de levantarse cada día con gratitud. Esta es la historia de una mujer que, sin una carrera propia, construyó diez. Y que ha llegado a los cien con la ligereza de quien ha sabido vivir sencillo.
Ana María, ¿cómo se sintió al cumplir 100 años?
Me sorprendió, nunca pensé que llegaría a esta edad. No me lo esperaba, nunca hice planes para vivir tantos años, ni pensé que sería así. Simplemente la vida ha ido viniendo, y yo con ella.
¿Qué ha sido lo más difícil de vivir tantos años? ¿Ha habido etapas especialmente duras?
Sí, claro, la vida tiene momentos duros. Viví la guerra civil, y aunque solo tenía once años para mí fue una época difícil. Yo era la mayor de ocho hermanos y me tocó cuidarlos a todos, porque eran más pequeños que yo. También tuve que ayudar mucho en casa. Y luego, he tenido diez hijos, y aunque han sido todos muy buenos, tiene su complejidad. También ha sido muy duro ver como todos mis hermanos, mis padres, marido e incluso un hijo se han ido marchando antes que yo. Eso sí que cuesta.
Ha sido muy duro ver como todos mis hermanos, mis padres, marido e incluso un hijo se han ido marchando antes que yo, eso sí que cuesta
¿Cómo fue criar a diez hijos? No es algo habitual hoy…
Pues fueron viniendo uno detrás de otro, en un periodo de 15 años ya tenía a los 10. Tuve la suerte de tener partos naturales sin complicaciones. Pero claro, diez hijos dan mucho trabajo, sobre todo por las noches. Pasé muchas noches durmiendo muy poco. Pero en general, no tuve grandes problemas. Me adapté. Y ellos también. He tenido la suerte de que me salieron todos muy buenos y no me dieron grandes problemas.
Los expertos dicen que uno de los pilares de la longevidad es dormir bien y un mínimo de entre 7 y 8 horas. Usted, eso no lo pudo vivir durante mucho tiempo… y aun así ha llegado a los 100. ¿Cómo duerme ahora?
Ahora duermo muy bien. Me acuesto sobre las 12, me despierto un par de veces durante la noche, pero vuelvo a dormirme enseguida. Y duermo hasta las 9. Muy bien, no me puedo quejar.
¿Cómo es su rutina diaria?
Las comidas siempre son a la misma hora, eso me regula. Y hago cuatro diarias: desayuno, comida, merienda y cena. También, suelo leer mucho. Me gusta leer biografías, ensayos; por ejemplo, libros de Ana María Lajusticia, dónde aprendo mucho de buenos hábitos. También leo los libros de uno de mis hijos que es diplomático y escritor. Antes cosía mucho, pero hace un par de años que he dejado de hacerlo. Paseo a diario y suelo hacerlo con mi hija pequeña o amigas… Y siempre tengo compañía, en casa siempre hay gente, algún hijo, la persona que me viene ayudar, o alguien que me viene a visitar como tú (sonríe).
¿Cómo es su alimentación?
Como he dicho, siempre he procurado mantener el orden y comer a las mismas horas, cuatro veces al día y no demasiada cantidad. No me ha preocupado nunca el tema del peso, siempre he estado alrededor de 52 kilos. Y como de todo: carne, pescado, verdura, fruta, legumbres.
No me ha preocupado nunca el tema del peso, siempre he estado alrededor de 52 kilos, y como de todo
Usted nació en 1925. Ha vivido una época muy intensa: una guerra civil, dos guerras mundiales, dictadura y democracia. ¿Cómo vivió la Guerra Civil?
Yo tenía 11 años. Era la mayor de ocho hermanos, así que me tocó hacerme responsable muy pronto. Mis padres trabajaban muchísimo y yo ayudaba en todo lo que podía en casa. Durante un tiempo, a mi padre —que era médico— lo encarcelaron por haberse afiliado al PSUC con el único propósito de poder formar a unas enfermeras. Todo aquello lo vivimos muy de cerca. Éramos niños, pero crecimos rápido.
¿Cómo salieron adelante?
Salimos adelante gracias a la generosidad de mucha gente. Durante un tiempo vivimos incluso a crédito: “Cuando su padre salga de la cárcel, ya lo pagará”, nos decían. Vendimos una casa en Matadepera y con eso pudimos continuar. También teníamos el coche de mi padre, que era médico, antes los médicos todos tenían vehículo porque iban a visitar a casa a sus pacientes, y eso nos permitía salir a buscar comida fuera de Terrassa, porque durante la guerra solo se podía salir con permiso. Y muchas veces la gente, en lugar de pagarle con dinero, nos daba comida: huevos, un pollo, un conejo. Todo eso nos salvó.
Ana María, en su casa.
¿Qué soñaba ser de pequeña?
Me gustaba el ballet y soñé con ser bailarina. En el colegio hacíamos ballet en las funciones de final de curso y me encantaba. Pero era otra época y mi padre no quería que me dedicara a eso. Entonces aprendí a coser. Estudié corte y confección y me saqué el título de profesora, pero no llegué a dedicarme nunca porque enseguida empecé a tener hijos. Aunque trabajé con mi padre en el laboratorio de análisis clínico antes de casarme.
¿A qué edad se casó y cuándo llegaron los hijos?
Conocí a mi marido a los 22 y nos casamos poco después. A los 23 tuve al primero, a los 24 ya tenía dos, a los 26 ya tenía tres… y así hasta diez.
Todos sus hijos tienen estudios universitarios. ¿Cómo consiguió que los diez estudiaran?
Trabajando y organizándonos mucho y, además, por ser familia numerosa, teníamos matrícula gratuita. Eso ayudó mucho.
¿Qué valores les quiso transmitir?
Orden, responsabilidad, estudio y respeto. Que cada uno tuviera su horario y sus obligaciones. Pero afortunadamente, no tuve hijos problemáticos; todos estudiaban, iban haciendo, y un día, casi sin darme cuenta todos habían terminado sus carreras.
Usted no pudo terminar el bachillerato. ¿Le habría gustado estudiar?
Sí, pero entre ser la mayor de tantos hermanos, la guerra y luego trabajar en casa, no pude. Y después, estudié corte y confección, pero al cabo de poco vinieron los hijos. Aun así no me quejo.
Estudié corte y confección y me saqué el título de profesora, pero no llegué a dedicarme nunca porque enseguida empecé a tener hijos
Su marido tuvo una vida profesional intensa. ¿Cómo fue?
Mi marido estudió mucho y trabajó sin parar. Se doctoró en Economía cuando ya habían nacido nuestros diez hijos, y durante años formó parte de la Academia de Doctores, de la que llegó a ser presidente. Yo siempre le acompañaba: en las sesiones, en los actos, en todo. Viajaba muchísimo por trabajo; al principio iba solo porque yo estaba con los niños, pero cuando crecieron pude unirme a él en Inglaterra, Ginebra, Francia… Incluso fuimos varias veces a Ecuador, donde teníamos buenos amigos. Trabajaba por libre, con varios clientes, y como le encantaba viajar, también buscaba proyectos fuera de España. No tuvo un empleo fijo, pero nunca le faltó trabajo: siempre supo abrirse camino.
¿Cuál es el secreto para un matrimonio que dure toda la vida?
Adaptarse. No pelearse por todo. Aceptar. Yo siempre he intentado adaptarme a las circunstancias y a lo que venía. Eso hace que la convivencia sea más fácil. Hoy la gente se separa mucho, pero creo que falta paciencia. Y respeto. Mi marido y yo teníamos una relación basada en el respeto mutuo.
Ha tenido una vida larga y también ha visto muchas pérdidas. ¿Cómo lleva eso?
Es muy duro. He perdido amigos, a mi segundo hijo, Santiago, hace unos años; a mi marido, a mis padres y a mis hermanos, todos antes que yo. No me lo imaginaba. Pero lo aceptas. Es ley de vida. Vivir muchos años es una bendición, pero también significa despedirse de mucha gente.
¿Y cómo lleva el proceso de envejecer? ¿Le ha costado ver arrugas, lentitud, cambios?
No. Me he ido adaptando a todo. Nunca me ha preocupado mucho la estética, aunque me gusta arreglarme, cuando la ocasión lo merece, cómo hoy (ríe). Lo importante es seguir adelante. Cada etapa trae lo suyo.
Vivir muchos años es una bendición, pero también significa despedirse de mucha gente
Usted tiene una fe muy profunda. ¿Le ha ayudado en su vida?
Mucho. La fe me ha sostenido en muchas cosas que sin fe no habría podido soportar. Siempre he ido a misa; ahora la veo por televisión. La fe me ha acompañado y me ha dado fuerza.
¿Cómo entiende usted la vida después de la muerte? ¿Qué cree que ocurre?
Es un misterio. No se sabe. A veces pienso que cuando uno muere no se va del todo, que queda un tiempo aquí, resolviendo cosas. Pero aparte de esto, particularmente yo creo que sí que hay algo más, que no se acaba todo aquí, que de alguna forma seguimos. Y eso me da paz.
La fe aparece constantemente en su relato. ¿Qué papel ha tenido en su vida?
La fe me ha ayudado muchísimo. En momentos complicados, cuando he tenido que tirar adelante con los hijos, con enfermedades, con la guerra, con las pérdidas… sin fe no habría podido. Yo siempre he creído, desde pequeña, y eso me ha sostenido. Me he sentido acompañada, aunque no supiera por quién ni cómo, pero acompañada.
Dice que a lo largo de su vida ha sentido que alguien la acompañaba, como si tuviera un ángel. ¿Qué significa eso para usted?
Lo he sentido muchas veces. No sabría explicar quién es ni cómo actúa, pero a lo largo de mi vida he notado una presencia buena, algo que me acompaña y me sostiene cuando lo necesito. A veces las soluciones, las fuerzas o las ayudas han llegado de lugares que no sabría identificar. Yo lo llamo “un ángel” porque no tengo otra palabra. Creo que no estamos solos, que hay presencias —o personas queridas ya ausentes— que nos siguen acompañando. Y esa sensación, cuando aparece, me da una gran tranquilidad. Es como si alguien te dijera: “No estás sola”.
¿Tiene miedo a la muerte?
No. Respeto, sí. Pero miedo no. Dicen: “tal vida, tal muerte”. Yo creo que con la vida que he tenido, no tendré una muerte desesperada. Será lo que tenga que ser.
Ahora hay demasiadas distracciones, demasiada ocupación en mil cosas, la gente va por la calle mirando la pantalla y no ve nada más
Usted habla de la fe como algo que la sostiene. ¿Cree que la fe de hoy en día es igual que la de antes?
No, no es igual. Antes la fe se vivía de otra manera, más tranquila, más natural. La gente iba a misa, rezaba, y aquello formaba parte de la vida. Ahora muchos jóvenes no creen en nada, o dicen que no creen. A veces parece que la religión les molesta. Y también es verdad que han pasado cosas en la Iglesia que han hecho mucho daño, como sacerdotes que han abusado de niños, y mucha gente ha perdido confianza. Pero yo creo que la fe ayuda. Ayuda a vivir, a aceptar, a superar. Es algo que te sostiene cuando todo lo demás falla. Yo, sin fe, no habría podido pasar muchas cosas de mi vida.
¿Qué le sorprende de la sociedad actual, comparada con la de su juventud?
Muchas cosas. Ahora hay demasiadas distracciones, demasiada ocupación en mil cosas. Los móviles, por ejemplo, son muy prácticos, pero también distraen mucho. La gente va por la calle mirando la pantalla y no ve nada más. Antes nos saludábamos, nos mirábamos a la cara. Aparte, creo que los jóvenes hoy tienen demasiada prisa, demasiados deseos de éxito inmediato. Y esta vida es una carrera de fondo.
¿Qué consejo les daría a los jóvenes de hoy?
Que se formen. Que aprovechen la juventud para estudiar y aprender, porque después la vida es más difícil si no tienen formación. Y que no busquen tantas cosas materiales. Que no se obsesionen con el éxito. Que dejen los móviles un rato y vivan más. Y que tengan fe —en lo que sea—, pero que tengan algo que los sostenga.
Ha llegado a los 100 años con mucha lucidez y serenidad. ¿Cuál cree que es su secreto para una buena longevidad?
Orden en la vida. Comer bien, pero no demasiado. No obsesionarse. Adaptarse a las circunstancias. Mantener la fe. No enfadarse por tonterías. Y tener siempre cariño a tu alrededor.









