Desconchones en el laberinto del Electrotauro
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El apagón, las nucleares, las redes y los centros de datos son la nueva albañilería del edificio eléctrico
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Sara Aagesen, ministra de Transición Ecológica
El Electrotauro no es una criatura domesticable. Se resiste a adaptarse a las planificaciones. ¿Que quién es el Electrotauro? Digamos que es un monstruo ibérico, mitad toro y mitad kilovatio hora, que habita en el interior del sistema eléctrico, encerrado como el Minotauro de la mitología griega en un laberinto. Un laberinto regulatorio, plagado de pasillos, callejones sin salida y pequeñas trampillas. Un laberinto levantado con el mortero del BOE por sucesivos ministros en torno al temido animal, cuyo objetivo es apaciguar los legítimos intereses de las empresas y acercarlos lo máximo posible al interés general, que en este caso significa electricidad lo más segura, verde y barata posible. El reto se las trae, sobre todo porque el Electrotauro no deja de exigir alimento las 24 horas del día y se revuelve de vez en cuando con bruscos movimientos que derriban un muro, ciegan una galería, inutilizan un tabique. Los estropicios son recurrentes y eso obliga al ministro de guardia a apartar la carpeta de sus planificaciones y llevarse a todo correr el andamio de un lado a otro, ante el temor a que el monstruo se escape en forma de precios disparados, emisiones excesivas de dióxido de carbono o problemas de suministro. Visto con el tiempo, cada ministro de la Energía acaba dejando un legado distinto al planificado, a menudo por culpa de urgencias imprevistas. Es lo que parece que también le ocurrirá a Sara Aagesen, sobre todo después del apagón del 28 de abril.
¿A qué viene todo esto? La actual etapa ministerial parecía llamada a continuar la labor de Teresa Ribera y, sobre todo, a ejecutar el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (Pniec) hasta el 2030. Esta estrategia encumbra la aportación de las renovables hasta situarla en un 81% del mix eléctrico y deja a punto el país para la integración masiva del coche eléctrico, una vez activado el plan de cierre de las nucleares. Sin embargo, en los últimos meses ha temblado el laberinto eléctrico. El apagón de abril no solo dejó a España a ciegas durante unas horas, sino que ha tenido un efecto traumático que afecta a múltiples actividades. En el trilema eléctrico entre verde, barato y seguro, todos daban por hecho que lo tercero estaba garantizado. Más aun, esta variable se había orientado más bien a los esfuerzos por reducir la dependencia frente a otros países. Sin embargo, el blackout ha cambiado el debate e incorporado urgencias que atañen ahora al futuro de la nuclear, a la capacidad de las renovables para contribuir a estabilizar la tensión y a la descongestión en la red eléctrica. Súmese la llegada de los grandes centros de datos, muy demandantes de electricidad. Todo esto parece configurar un claro desconchón en los muros del laberinto eléctrico, que habrá que enfoscar lo antes posible. Regresan una vez más las decisiones ágiles y de trascendencia para el futuro, de las que nos acordaremos durante varios años.
Ya ocurrió antes. El apagón resultó inesperado, pero no es la primera vez en que se sienten las convulsiones del Electrotauro y la necesidad de aplicar medidas postraumáticas. Tres ejemplos:
El trauma del real decreto 661/2007. Las desproporcionadas primas a las renovables en la etapa de Joan Clos como ministro de Industria obligaron a sus sucesores a aplicar recortes y ocasionaron un enorme malestar en el sector, en el que quedaron entrampados inversores particulares. Primero fue Miguel Sebastián al limitar su periodo de aplicación y luego José Manuel Soria al imponer una moratoria a futuros proyectos y recomponer todo el esquema retributivo a través de la reforma del 2013. El autor de la reforma fue en realidad el por entonces secretario de Estado de Energía y hoy jefe económico del PP, Alberto Nadal. Al incluir un sistema de retribución basado en el bono español más un diferencial, alentó un aluvión de reclamaciones de inversores. España aún litiga en las cortes internacionales de arbitraje por los recortes, como informa aquí Pilar Blázquez.
José Manuel Soria fue ministro de Industria
El trauma de la TUR. A finales del 2011, la subasta para fijar de forma trimestral la por entonces conocida como Tarifa de Último Recurso (TUR) de electricidad se saldó con una disparatada subida de precios. Fiar el componente trimestral de la electricidad de la tarifa a una única visita a la lonja empresarial tenía sus riesgos. El ministro Soria tuvo que acabar con este mecanismo y poner en marcha a toda velocidad y casi de forma improvisada un modelo de cálculo del precio de la electricidad hora a hora, el PVPC, que se mantiene hasta ahora pese a los retoques. Desde entonces, los consumidores pueden elegir entre este PVPC y un contrato de mercado. ¿Qué es mejor tras el apagón? Luis Federico Florio le da vueltas al asunto aquí.
El trauma de la guerra. En el 2022, la invasión de Ucrania disparó los precios de la electricidad y enterró una de las iniciativas más ambiciosas de la ministra Teresa Ribera: el céntimo verde. El Gobierno trabajaba en la creación de un fondo de sostenibilidad del sistema eléctrico cuyo objetivo era repartir el coste de las primas a las renovables entre todos los usos energéticos, carburantes incluidos. La guerra acabó con el plan, pero puso en valor a escala europea otra de las líneas de trabajo, la de retocar el carácter marginalista del mercado mayorista, el principio sagrado de que la tecnología más cara es la que marca el precio para el conjunto. Esa reflexión permitió a España actuar con velocidad y lograr la excepción ibérica. Durante un tiempo, fue posible amortiguar el efecto marginalista sobre el mercado eléctrico provocado por el alto precio del gas. Y contener la inflación general.
Llega ahora el trauma del apagón, para el que la planificación no estaba preparada.
Una primera consideración. El Ministerio para la Transición Ecológica sigue teniendo en el Pniec su gran hoja de ruta. En esta entrevista con Antonio Cerrillo, la ministra Aagesen recuerda que, pese a que los objetivos son indicativos, el plan “va por buen camino”. Otra cosa son las turbulencias que puedan sentirse durante el viaje. Turbulencias por otro lado imprevistas porque el Pniec no contempla el riesgo de apagón. Allí se usan variables técnicas para medir la calidad del suministro como LOLE (horas esperadas al año con pérdidas de carga), LOLP (probabilidad anual de pérdida de carga) y EENS (energía no suministrada). La conclusión del Pniec es que “la cobertura de la demanda se encuentra asegurada, no observándose ningún riesgo en los años climáticos analizados” (página 637). La demostración de que no se veía venir.
Y el debate se reorienta ahora hacia otros lugares, hacia las humedades por condensación y los desconchones por sobretensión que brotan en el laberinto del Electrotauro. Estos días los problemas parecen más pensados para la albañilería que para la gran arquitectura. Aquí, los cinco principales frentes abiertos:
Uno, la prórroga nuclear. Three more years. El Gobierno ha pedido esta semana al Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) que elabore su informe sobre la extensión de la vida útil de la central de Almaraz. Como señala aquí Pilar Blázquez, las eléctricas ya han solicitado formalmente una prórroga hasta el 2030, tres años más. Iberdrola o Endesa lo defienden ahora abiertamente. El Gobierno tendrá la última palabra e insiste en sus líneas rojas: que la seguridad esté garantizada y que no suponga un sobrecoste para los consumidores o contribuyentes. Las eléctricas ya han renunciado a reclamar bajadas de impuestos, aunque la Junta de Extremadura les tiene prometida una rebaja de la ecotasa.
Estos movimientos administrativos llegan tras el episodio de la enmienda del Senado promovida por el PP para anular el calendario de cierre nuclear, de la que informa Fernando H. Valls. Un movimiento sin sustancia jurídica porque los procedimientos funcionan de otra forma, pero de cierta transcendencia política, al posicionar puntualmente a Junts con el Gobierno. Aquí Manel Pérez habla del jueves de resurrección y aquí Enric Juliana, de amnistía nuclear.
La cuestión de fondo en lo referido a Almaraz es que no se trata de un caso puntual. El cierre de una central eleva la probabilidad de otros nuevos cierres, aunque solo sea por el reparto unitario entre el resto de centrales de los costes de desmantelamiento. Por eso la planta cacereña es ahora un asunto de primer orden en la política energética. Está en juego una revisión completa del calendario de cierre pactado en el 2019 con las eléctricas: Almaraz I en el 2027, Almaraz II en el 2028, Ascó I y Cofrentes en el 2030, Ascó II en el 2032, Vandellós II en el 2035 y Trillo en el 2035.
Lo cierto es que los tiempos están cambiando en lo referido a la nuclear. Jordi Juan cita algunos elementos que convierten esta tecnología en un mal menor. Eliminar combustibles fósiles, renunciar a las nucleares y garantizar el suministro en un momento de mayor demanda se antoja una cuadratura imposible. En este reportaje Gabriel Trindade y Piergiorgio Sandri describen el renacer de la energía nuclear a nivel mundial: se están construyendo 70.000 megavatios de potencia (MW), lo equivalente a 70 nucleares, la mayor cifra en treinta años. La fiebre nuclear, lo llama aquí Enric Juliana.
José Bogas (Endesa) en los Foros de Vanguardia
Dos, las medidas contra el apagón. A la espera del informe de la CNMC sobre el apagón en el que se identifique de manera simultánea a los culpables, tanto el regulador como Red Eléctrica trabajan en medidas urgentes para evitar un nuevo cero eléctrico. El operador del sistema ha detectado oscilaciones en la red similares a las que precedieron al apagón, y por eso todo el sector se encuentra en guardia. ¿Volverá a irse la luz? Por lo pronto, el coste de programar una mayor potencia de respaldo, esto es, de movilizar más ciclos combinados de gas, encarece algo la factura, como indica aquí Pilar Blázquez. Al mismo tiempo, la CNMC impulsa a toda velocidad modificaciones en los procedimientos de operación de la red para evitar otro vahído energético.
Tres, la retribución de las redes. Entre quejas de las eléctricas por la saturación de las rede eléctricas --hablan del colapso del 83% del tendido, incapaz de conectar más potencia o responder al aumento del consumo--, la CNMC ya ha publicado su propuesta para retribuir las inversiones en este tipo de infraestructuras, clave para integrar el coche eléctrico o grandes centros de datos, y para evitar nuevos apagones. El regulador propone elevar del 5,48% al 6,48% la rentabilidad anual, pero las eléctricas quieren más. Un 7,5%. El Gobierno tiene la última palabra a la hora de fijar esta tasa. Y debe calibrar otro elemento de fondo: la reforma del 2013 limita la inversión en redes a un porcentaje del PIB. Sin embargo, las nuevas exigencias del sistema ponen en cuestión este tope. El propio Pniec habla de la posible necesidad de elevarlo. Otro frente con las eléctricas.
Cuatro, la curva de pato, el curtailment y el precio cero de las renovables. La introducción masiva de renovables está provocando dos grandes retos para el sistema. El primero ha sido muy mentado con el apagón: la fotovoltaica se desconecta de forma electrónica de la red en caso de sobretensión y no dispone de inercia para contribuir al sostenimiento del sistema en momentos de crisis. Ya se está trabajando a todo velocidad en resolver este problema. El segundo problema es económico. La curva de demanda diaria de electricidad tiene forma de pato: moderada a primera hora, baja al mediodía y elevada al llegar la noche. Es justo al revés de la rutina diaria de producción de energía fotovoltaica. Eso, a falta de baterías de almacenamiento, obliga a muchas plantas a desconectarse al haber quedado ya saciada la demanda. Es el conocido como curtailment. Durante un número creciente de horas --en las horas con más producción renovable-- el precio mayorista de la electricidad es cero, y eso es un mal incentivo para la incorporación de más potencia de este tipo. Es un problema que ha obligado al Gobierno a adoptar medidas de urgencia para rescatar a las renovables.
Cinco, pendientes de los centros de datos. Estos grandes refrigeradores para conservar a temperatura adecuada la red neuronal del nuevo dios de la IA son la infraestructura del momento. La obsesión de Microsoft, Amazon o Alphabet, todo ello con chips de Nvidia. Mientras ACS se alía a nivel internacional con Blackrock para invertir con fuerza en esta actividad, en España también proliferan los proyectos. Estos centros de datos son grandes demandantes de electricidad y llevan aparejada en Estados Unidos la construcción de centrales nucleares aledañas. En España no hay proyectos de nuevas nucleares, pero brotan animados por el bajo coste de las renovables, una gran ventaja competitiva a nivel europeo. Lo cierto es que en las 736 páginas en el Pniec no se hace ninguna mención a los centros de datos. Una muestra de la velocidad a la que cambian las exigencias del sistema eléctrico. La planificación prevé que la demanda de electricidad crezca un 16% entre el 2019 y el 2030.
Nada más. El laberinto del Electrotauro no deja de cambiar de forma, de desconcertar a sus propios arquitectos. Recuérdese el caso de Dédalo, encerrado en el enredo que él mismo construyó. Y sin embargo, el Pniec sigue siendo el plan válido para domesticar al monstruo. ¿A qué distancia se quedarán sus objetivos de la realidad? Pese a las corrientes de pragmatismo que obligan a alicatar y enyesar las paredes, nunca está de más que Dédalo y su hijo Ícaro emprendan un pequeño vuelo de altura para ganar perspectiva. Sin este tipo de actitudes, España nunca se habría convertido en una potencia renovable ni habría sido capaz de contener su endémica dependencia de los hidrocarburos extranjeros. En el vuelo de Ícaro, ya se sabe, hay que evitar acercarse demasiado al sol. Es la fábula favorita de quienes no se despegan del suelo. También es cierto que el exceso de idealismo tampoco ha dado resultados hasta la fecha. Puede que al revés. Al Electrotauro, los soñadores le ponen de los nervios.